Soy Mujer antes de ser Mamá
Me llamo Cristina, tengo 39 años y tengo unos hermosos mellizos de cinco años. Mis últimos años han estado acompañados de amor, felicidad, frustración, tristeza, hormonas (si, malditas hormonas), y un sinnúmero de emociones que ni sabía que podía sentir. Al empezar a buscar un embarazo nadie te advierte de lo que se avecina, que no es sólo el amor más grande del mundo, si no también el reto más grande del mundo.
Buscamos quedar en embarazo más o menos un año. Este año puso a prueba nuestra paciencia, tolerancia, intimidad y nuestra relación de pareja (y ahora que somos papás si que se ha puesto a prueba). Cuando logramos quedar en embarazo todo fue extraño, y muy lejano de ser como un comercial de televisión. En el momento en el que me di cuenta, estaba sola (no tenía ni la menor idea de que dos seres vivos se estaban formando dentro de mi); cuando vi las tan anheladas dos rayas, en vez de sentir una inmensa alegría, sentí un miedo profundo. Miedo a cambiar, miedo a renunciar a cosas conocidas, miedo a ser mamá, miedo al embarazo, miedo al parto, en general, muchísimo miedo. Al contarle a mi esposo, fue una combinación entre pánico y alegría, más que todo pánico.
Después de digerir semejante información, empezó el miedo. El miedo que se engendra cuando se engendra. Uno piensa en todo lo que se viene físicamente, pero más miedoso aún, es pensar en lo que empieza a pasar con nuestras emociones. Temer por la salud de los bebés, por tu salud, por la economía, por el esposo, por el matrimonio, por la casa en la que no vamos a caber, por el colegio doble que tendremos que pagar, por la alimentada doble, por absolutamente TODO.
El caso es, que para ser un embarazo doble, llegó a un término que pocos apostaban. 35+3 semanas, los bebés se alcanzaron a cocinar en mi panza, y teniendo que estar solamente nueve días en cuidados neonatales.
Mi esposo y yo empezamos a recorrer un camino difícil, no solo por estrenarnos como papás, si no también por todos los retos que fueron apareciendo con los mellizos. Poco a poco, nos dimos cuenta de que éramos seres humanos comunes y que necesitábamos la ayuda extra que todos nos ofrecían.
Años después del nacimiento de mis niños que amo con el alma, me doy cuenta de que si una mujer cree que por convertirse en mamá, solo es mamá, puede llegar a desencadenar una locura. En este tiempo, descubrí que es posible extrañarse a uno mismo.
Siempre he defendido el pensamiento de que se es mujer antes que ser mamá, y hoy por hoy, lo sigo defendiendo.
Re aprendí a creer en mis capacidades, en mis talentos, en mi intuición, en mi poder femenino, volví a sentir amor y compasión por mi, entendí que soy humana, que no tengo todo solucionado y que muchas veces, necesito ayuda de los demás.
Descubrí nuevas formas de hacer las cosas, empecé a mirar desde varias perspectivas y volví a entender que todos somos diferentes.
Pero lo más importante de este camino, el mayor aprendizaje que he sacado de esta experiencia, es que antes de tener a mis niños, y antes de casarme, ha habido dentro de mi, una mujer, fuerte, decidida, dulce, autónoma, y que antes de ser mamá, ha sido hija, hermana, amiga, esposa, amante, y muchos más roles y adjetivos que mamá.
Me animé a escribir esto, porque se necesita mucha valentía para ser mamá, pero se necesita muchísimo más valor, para ser mamá y admitir que nos extrañamos a nosotras mismas y que queremos recuperar nuestra esencia.